"La importancia de saber parar"


Tenemos impregnado en nuestros genes la importancia del esfuerzo y la actividad constante.

Tendemos, incesantemente, a realizar actividades productivas, obtener resultados y permanecer todo el día haciendo cosas.

Estos programas mentales nos dirigen, de forma inquebrantable, hacia la consecución de objetivos para ser rentables. Donde lo único importante es permanecer en actividad, produciendo y, solo nos damos por satisfechos, cuando esta actividad hace que nos esforcemos lo máximo posible, de forma eficaz, eficiente y efectiva.

En medio de tanta eficiencia, no hay un momento de sosiego y silencio, y llega un instante en el que ya no sabes para qué haces las cosas cada día. Dando la impresión que todo consiste en continuar, pero perdiendo el horizonte de nuestros objetivos.

Esta incoherencia es una alarma que nos recuerda que debemos interrumpir la “actividad sinsentido” de la mente y del cuerpo. Pero para algunos, el hecho de parar puede parecerles un abandono, una renuncia o un signo de inutilidad, cuando, realmente, es parar o dejar de hacer algo momentáneamente.

Hay muchas personas, entre las cuales me incluyo, que tienen o han tenido problemas para saber parar, y son muchos los que me preguntan cuándo parar.

Realmente, no es sencillo cuando lo hemos convertido en un hábito, pero en mi experiencia, existen algunos momentos en los que deberíamos plantearnos una pausa. Por ejemplo, cuando ya no se disfruta haciendo algo o estando en una determinada situación, ya sea porque nos resulta molesta o nos resta vitalidad. Otras veces, simplemente, porque ya no despierte nuestro interés, empecemos a tener sentimientos de insatisfacción o, por el contrario, algo paradójico, cuando nos provoque un sentimiento de satisfacción el hecho de pensar en dejar de hacerlo.

Pero sin duda, la mejor señal de indicación para parar o dejar de hacer algo es, simplemente, la vacilación. El hecho de pararte a pensar si una actividad realmente te llena, te satisface o te reconforta, ya es una señal de que, quizás, deberías abandonarla o pausarla durante un tiempo.

¿Y cómo hacerlo sin tener sentimientos de culpabilidad, sin sentirnos fracasados o menos útiles de lo que nos sentimos cuando estamos en plena vorágine?

Pues una vez más, hablaré de aquello que he experimentado. Es importante definir un paréntesis, planificando con antelación en qué fecha o momento debemos parar una actividad o acabar con una situación: esto es para tal fecha o momento, o cuando se dé tal situación, se debe parar por completo y acabar.

Del mismo modo, es importante diseñar o pensar antes de este lapso, lo que se hará después, para saber exactamente, cuándo parar de hacer, lo que se desee abandonar, cómo gestionaremos el tiempo y en qué.

El agradecimiento es una de las herramientas que mejor nos puede resultar. Agradecer mucho a la persona, grupo, cliente, actividad, etc. lo que hizo por nosotros. Esto hace que, al parar o abandonar, lo hagamos sin molestia o dolor, más bien, con gratitud y buen recuerdo de todo lo que nos ha aportado aquello que paramos o dejamos.

Pero por encima de todo, hacerlo con convencimiento y decisión propia y nunca, por opiniones y consejos de terceras personas, ya que esto, nos hará sentirnos, de alguna forma, orgullosos y reconfortados por el paso dado.

Las paradas o lapsos no han de ser obligatoriamente definitivas. Por ello, cuando alguien me pregunta cómo parar a lo largo del día, mi consejo es atender a la respiración profunda en cualquier situación cotidiana, sin necesidad de una relajación especial, ni un espacio o momento ideal, ya que esta es suficiente para aquietar los pensamientos y volver al presente.

Habituarse a cortar la dinámica productiva y operativa del cuerpo y la mente, tan a menudo como puedas, de forma especial, cuando el tiempo se te haga pesado y la actividad te parezca una carga.

Respirar profunda y lentamente ayuda a soltar el cuerpo, hace que se distiendan los músculos. No es necesario adquirir una postura especial, simplemente recorrer el cuerpo con tu atención mental para asegurar que no quede tensión alguna.

Resulta de relevancia el prestar atención a los músculos del rostro y relajarlos. Hacer esto varias veces al día es una cuestión de calidad, de sentir la quietud en mitad de lo cotidiano.

La distensión que provoca atender a la respiración ayuda a interrumpir la actividad rutinaria de tu mente y de tu cuerpo, para llegar a un estado de quietud interna. Al romper con la dinámica productiva y operativa del cuerpo y la mente, antepones a tu actividad algo muy importante para nuestra salud, nuestro equilibrio interno.

Recuerda que saber parar a tiempo es tan importante como comenzar en el momento adecuado.

Pero como siempre digo, nadie, absolutamente nadie, es dueño de la verdad absoluta. Lo verdaderamente importante es experimentar.