El Blog de Sankalpa Yoga. Las decisiones ni son buenas ni son malas.

Hace unas semanas, en el diario El País, leí un artículo de Pilar Jericó en el que afirmaba que:
“Juzgar una decisión conforme a una moral superior nos limita, nos hace sufrir y no siempre nos
ayuda al proceso de regeneración que realizamos.

La libertad es capacidad de elección. Ser libres nos permite elegir entre varias opciones. La propia vida nos pone en ocasiones ante la dificultad de escoger entre diferentes caminos. A veces lo hacemos instintivamente, sin saber si la dirección elegida es la correcta. Pero ¿y si las decisiones no fuesen buenas o malas? Tras esta pregunta inocente se oculta una reflexión profunda que ayuda a aliviar el miedo y a superar emociones incómodas, tal y como defendía el reconocido científico chileno Humberto Maturana.

 Maturana era doctor en Biología por la Universidad de Harvard, ganó el Premio Nacional de
Ciencias en Chile, trabajó en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y fue propuesto al Nobel de Medicina por sus hallazgos. Aunque, lo que más ha trascendido de su trabajo ha sido su exquisita sensibilidad para entender al ser humano. Para comprenderlo desde diversos enfoques: la neurociencia, la filosofía o el impacto de la biología en las organizaciones. Junto al exalumno
Francisco Valera creó la denominada autopoiesis, que combina dos palabras griegas: auto (a sí
mismo) y poiesis (creación). Según esta teoría, los seres vivos, a diferencia de las máquinas, se
están continuamente creando, reparando, manteniendo y modificando. Este concepto influyó enormemente en corrientes de crecimiento humano hace algunas décadas. 

El coaching ontológico y su manera de entender la vida ha calado tanto que hasta el mismísimo Dalai Lama reconoció haberse inspirado en él tras su encuentro con el científico. Según Maturana, para mejorar el proceso de regeneración que todos desarrollamos es importante atender nuestro lenguaje, también lo que nos decimos a nosotros mismos. En la filosofía del investigador chileno, y conforme aprendió de su madre, a la que admiraba profundamente, las decisiones no son buenas o malas, sino adecuadas o inadecuadas, oportunas o inoportunas”.

Estas palabras de Pilar Jericó coinciden con una idea que siempre he tenido muy presente, y de un tiempo a esta parte, se hace muy presente en mi día a día. Hace referencia a mi anterior post en el que os hablaba sobre la zona de confort. Para salir de nuestra zona de seguridad, para poder ampliar nuestra zona de confort, debemos tomar decisiones como pueden ser, dejar un trabajo o cambiar de proyecto. En ese momento tomamos la decisión con la información que tenemos y, posiblemente, lo hacemos lo mejor que podemos. Por lo que lamentarnos después no tiene mucho sentido ni no nos conduce a nada productivo. Conocer las cosas de la vida a priori es una ilusión. No tenemos bolas de cristal para ver el futuro y acertar.

 “Juzgar una decisión conforme a una moral superior, buena o mala, nos limita, nos hace sufrir y no siempre nos ayuda al proceso de regeneración que realizamos”, indicaba Maturana. Lo que somos está relacionado con el ego del que hablaba en anteriores entradas en el blog, ya que no deja de ser un relato que construimos de nuestra vida. Este relato está compuesto por todo lo que nos decimos mediante nuestro diálogo interior, reviviendo mentalmente el pasado, adelantando el futuro y recreándonos en nuestros fracasos. El ego se construye con recuerdos e interpretaciones, pero siempre cargado de palabras y de imágenes. Por eso, la colaboradora de El País refería en su artículo que, para perdonarse los errores o para afrontar ciertos riesgos en algunas decisiones sin caer en la culpa, debemos rebajar el tono amargo con el que nos tratamos y medir lo que hacemos conforme al consejo del científico chileno: ¿puede ser adecuado para las circunstancias u oportuno para ese momento?

Si tenemos en cuenta lo anteriormente escrito, es importante tratar de rebajar el tono con el que nos hablamos. Del mismo modo es igual de relevante el hecho de no juzgarnos por aquello que hicimos, ya que las decisiones las tomamos con la mejor información que teníamos en ese momento y de nada sirve rememorar algo que consideramos que no fue lo más oportuno ni lo más adecuado para las circunstancias del momento presente.

 Como siempre me ha dicho la que he considerado mis mejor maestra, mi madre que al igual que
Maturana a la suya, yo admiraba profundamente a la mía: “se puede aprender mucho de aquello que has considerado un error en tu vida”. “Reflexiona siempre antes de actuar y tómate tu tiempo para tomar la decisión que consideres más oportuna, y siempre recuerda que es mejor arrepentirse de algo que has hecho, que de aquello que no llegaste a hacer, porque el tiempo es algo que no se recupera” y estas palabras siempre las tengo muy presentes, pero esto dará para hablar largo y tendido en otro post.

 Me despido hasta el siguiente recordándote que nadie, absolutamente nadie, es dueño de la verdad absoluta. Lo verdaderamente importante es experimentar.

Hari Om