El Blog de Sankalpa Yoga. El Poder de las Palabras.

Hoy quisiera reflexionar sobre algo que siempre me ha apasionado. Es el uso del lenguaje y las palabras. Siempre he pensado que las palabras tienen poder, que nos ayudan a conectar con las personas, a designar y dar forma a lo que nos rodea. Pero también he tenido muy presente el papel que juegan formando parte de ese diálogo interno y de la necesidad de cuidar de esas palabras que nos decimos a nosotros mismos.

Cuando queremos comprometernos en cuerpo y alma con alguien, le damos lo más valioso que tenemos: “nuestra palabra”. Nuestros padres nos decían: “La palabra es lo más importante en una persona”. “Somos lo que comemos”, dicen los nutricionistas. Yo diría aún más: “Somos lo que pensamos”, porque pienso que el alimento del alma son las palabras. Somos las palabras que pronunciamos en el silencio de nuestra mente.

La expresión hablada es uno de los principales recursos psicológicos para el día a día, destinados a hacer de nuestra vida algo mejor y echar raíces en el interior de nosotros mismos, según la psicóloga Elena Rubio, experta en psicología de la conciencia, psicología energética y neurolingüística.

Ella refiere que el lenguaje es una señal, un estímulo que hace las veces de timón del barco porque va a generar una orden en el cerebro y en la psique para producir una respuesta, una acción. Las sílabas contienen frecuencias, el sonido es vibración y el lenguaje es sonido.

Todo esto que digo y que he experimentado, lo corroboran abundantes estudios. Un papel importante de estos estudios lo desarrolló la Programación Neurolingüística (PNL), desarrollada en California, Estados Unidos, en la década de 1970, tras descubrir que el lenguaje genera reacciones neurológicas y estas intervienen en la visión y en las creencias personales.

Los fundadores de la PNL estudiaron los patrones mentales que usamos cuando alcanzamos un objetivo y las diferencias que hay cuando no lo logramos. Descubrieron que el diálogo interno que sostenemos con nosotros mismos es distinto, así como las imágenes mentales y las sensaciones sobre nuestro proceso hacia la meta. También descubrieron que cuando un objetivo nos gusta y nos motiva, nuestros patrones mentales trabajan en conjunto y se dirigen hacia él sin importar los obstáculos. En estas ocasiones, cumplimos nuestros objetivos casi sin darnos cuenta, sin sentirlo como una carga ni como un gran esfuerzo, sino todo lo contrario, lo disfrutamos y lo sentimos como algo placentero.

El diálogo que sostenemos, las palabras que elegimos, los comentarios que hacemos producen sentimientos. Cuando estas palabras, junto a las emociones que suscitan, son opuestas al logro de nuestros objetivos, tienen graves consecuencias sobre nuestros patrones mentales y ahí surge el boicot de nuestra propia mente. Por ello, es necesario aprender a usar el lenguaje a favor de nosotros mismos y así minimizar las posibilidades de “autoboicot”.

El lenguaje que usamos para ello es muy importante, ya que es la herramienta que tenemos para mandar el mensaje correcto a nuestra mente. Pero en mi experiencia voy más allá, y lo que más me ha preocupado siempre es la influencia de nuestras palabras en terceras personas ya que, a lo largo de mi vida, he recibido muchos mensajes y ha habido palabras que durante mucho tiempo han marcado mi rumbo y a veces, mi destino. Palabras que he escuchado desde niño y que llegado un momento, me he dado cuenta que estaban tan arraigadas en mi persona que me han resultado, y aún hoy, me resultan difíciles de eliminar de mis patrones mentales.

En el subconsciente están grabados muchos mensajes negativos que escuchamos en nuestra infancia y que quizás provenían de nuestros padres o maestros. Estos mensajes continúan determinando nuestro comportamiento, forman parte de nuestro diálogo interior y dan forma a nuestros miedos, aunque no siempre podamos detectarlos.

Muchas de mis decisiones cotidianas en realidad, están profundamente influenciadas por el subconsciente, ya que este activa una serie de patrones neuronales como si fueran programas de un ordenador, que hacen que mis decisiones tomen un rumbo diferente al que realmente deseo o necesito para crecer personalmente. Algunas veces nuestra mente inconsciente está en sintonía con nuestros deseos y objetivos, pero otras veces no. Entonces nos sabotea.

Lo bueno es que una vez que somos conscientes de estos mecanismos (y lo he podido comprobar desde mi experiencia), estos pierden su poder sobre nuestro comportamiento. Por eso es tan importante bucear de vez en cuando en nuestro inconsciente para tratar de eliminar esos programas que no son para nada beneficiosos.

Muchas veces pensamos que decimos lo que pensamos. Pero esto no es así la mayoría de las veces porque realmente hablamos sin pensar lo que vamos a decir. Y ahí surge el problema porque podemos dañar a nuestros interlocutores, a veces, para toda la vida cuando se trata de niños (o no tan niños).

De pequeño mis padres me decían: “Piensa bien lo que vas a decir y piensa antes de hablar”. Ahora es cuando entiendo el significado de aquel consejo. En muchas ocasiones, si lo hubiera hecho, me habría evitado graves problemas.

Cuando me preguntan que en qué creo que reside este problema, suelo contestar que en el exceso de “verborrea”. Hablamos más de lo que debiéramos, y al hacer esto, utilizamos palabras y mensajes que no han sido previamente analizados, sino que van fluyendo por nuestra boca o nuestros gestos (no olvidemos la importancia del lenguaje no verbal), y nada tienen que ver con nuestro propósito.

Este tema ha sido el que, de unos años a esta parte, ha hecho que me interese de forma relevante por estudios de introspección, utilizando herramientas como la meditación y la práctica del silencio interior.

Algo que me ha servido de mucho es aprender a respetar y a practicar el silencio. Por ejemplo, en pareja. El silencio que es tan bello y necesario a veces. No tenemos por qué estar rellenando huecos constantemente con conversaciones superfluas que no encierran mensajes productivos. Hablar por hablar o por no estar callados, que dirían algunos. Porque en mi opinión esas conversaciones suelen ser perjudiciales para nuestros pensamientos y estados de ánimo, ya que se basan muchas veces en juicios de valor o críticas innecesarias.

Ahora bien, entiendo que haya personas que no estén dispuestas a adoptar técnicas que le ayuden a “bucear en su subconsciente”, ni personas dispuestas a ser más cuidadosas con sus comentarios, ya sea por falta de tiempo o por falta de motivación. A esas personas les recomiendo que “piensen antes de hablar”, y que traten de ser empáticas, pensando el efecto que sus palabras pueden causar a los otros.

Si por el contrario siguen en sus trece, suelo alejarme de ellas susurrando en mi mente ese bonito tema de mis queridos Manolo García y Quimi Portet que dice: “Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir”.

Me despido hasta el siguiente post, recordándote que nadie, absolutamente nadie, es dueño de la verdad absoluta. Lo verdaderamente importante es experimentar.

Hari Om