El Blog de Sankalpa Yoga. De Yamas y Niyamas.
Cuando una persona comienza a adoptar el Yoga como estilo de vida, empieza a conocer el sistema tradicional de la práctica del yoga, que consiste en la integración de determinados preceptos éticos y morales de orden, llamados Yama y Niyama. Estos códigos de conducta se presentan en los yoguis como los dos primeros pasos para poder llevar a cabo la práctica del Yoga. Pero, yo traslado esto a la vida misma, afirmando que es el código de conducta que cualquier persona debería cumplir para tratar de vivir en paz consigo mismo y con la humanidad, como se suele decir, “para poder dormir tranquilo”.
Los sabios (rishis) consideran este código fundamental en la obtención de la auténtica realización espiritual. Los Yamas y Niyamas fueron formulados por Patânjali dentro de su obra “Los Yoga Sutras de Patânjali”. El texto está construido con una percepción admirable. Los versos siguen una secuencia lógica y clara donde no parece faltar ni sobrar una sola palabra. En los capítulos segundo y tercero, se expone la estructura técnica para llegar al estado de Yoga. La estructura está compuesta por ocho grados o miembros que se conocen como Ashtanga Yoga. La persona debe integrar cada uno de los ocho pasos. Patânjali no inventa nada nuevo, tan sólo compila y sistematiza las enseñanzas de los sabios (rishis) a lo largo de la historia. El Yoga que propone Patânjali es un yoga fundamentado en la experiencia, nadie puede comprender o trascender sin haber experimentado. Suele identificarse con el Raja Yoga (Yoga Mental), pero desde una perspectiva más amplia, el yoga de Patânjali es un sistema específico de Raja Yoga. El primero de ellos es:
1. YAMA: Código de conducta social. Son normas morales en la sociedad que permiten al yogui estar en armonía con él mismo, con los demás y con la sociedad. Estos Yamas se refieren a las abstenciones que un yogui debe cumplir. Estas abstenciones se concentran en cinco reglas universales, tales como:
a) Ahimsa: actitud de no violencia hacia todos los seres y cosas.
b) Satya: decir y defender siempre la verdad pero no utilizarla para herir a otras personas.
c) Asteya: honradez, honestidad.
d) Brahmacharya: control de la energía sexual.
e) Aparigraha: no ambicionar y no atesorar.
Pues bien, hoy me quiero centrar en Ahimsa, muy empleado generalmente por muchas personas. Uno de los preceptos más importantes dentro de la filosofía del Yoga. Una herramienta increíblemente eficaz para el desarrollo personal y para mejorar habilidades sociales tan esenciales como la empatía, la compasión o la humildad, y que crea gran controversia cuando comienzas a trabajar en ello, tanto en tu vida personal, como en los cursos de formación.
En mis clases, siempre comienzo con la misma pregunta: ¿Te consideras una persona violenta? La gran mayoría suele contestar a esta pregunta que no. Y a partir de ahí, comenzamos a trabajar con este precepto: ¿te hablas a ti mismo de forma violenta?
Ahimsa comprende la no-violencia hacia los demás y hacia uno mismo en tres niveles: violencia física, verbal y de pensamiento. De estas tres, la violencia mental es la más agresiva y peligrosa para uno mismo, ya que no existe censura ni filtro por parte de los demás y, la mayoría de veces, ni siquiera somos conscientes de ella.
Si un pensamiento violento nunca llega a manifestarse, ¿tiene
impacto sobre nosotros? Que no nos demos cuenta, no quiere decir que no
nos afecte, tanto en la manera en la que nos relacionamos con el
entorno, como en nuestra percepción de satisfacción y alegría interna.
En una ocasión me propusieron para empezar a despertar la conciencia sobre la
relación conmigo mismo, un ejercicio
muy sencillo: cada vez que identificase un pensamiento violento, tenía
que decirlo en voz alta. Luego, pensar en una persona importante para mí y dirigirle esas
palabras mentalmente, observando las emociones y pensamientos que
se despertaban en mi persona. Además, debía reflexionar sobre si en mi vida debería:
- Sentirme menos culpable.
- Liberarme del miedo o la vergüenza a mostrar cariño hacia los demás.
- Pedir atención si estoy triste, vulnerable o simplemente, si necesito
compartir cómo me siento.
- Hacer las paces con alguien con quien he discutido (eso me ayudará a hacer
las paces conmigo mismo).
La siguiente pregunta que suelo formular en mis clases es: ¿te consideras violento/a de algún modo? Y la respuesta que de forma más reiterada recibo, es no. La gran mayoría de las personas se enfoca en la práctica de Ahimsa en el tipo de alimentación y deciden adoptar una alimentación vegetariana para evitar el sufrimiento animal. Del mismo modo, a mí personalmente, la dificultad en la práctica Ahimsa en el terreno de la alimentación, la he encontrado en discriminar aquello que me sienta bien de lo que no, es decir, aquello que puede hacerme daño físicamente. En ocasiones, no escucho a mi cuerpo e ingiero alimentos o bebidas que realmente no son saludables para mí, por el simple hecho del placer de poder saborearlas, sin caer en la cuenta que, de alguna forma, estoy siendo violento con mi propia salud.
Pero, la gran mayoría se olvida de la generalidad de este precepto, abordando otras maneras de violencia, por ejemplo, en la práctica del Hatha Yoga (Yoga físico), y al momento, cuando comenzamos con la práctica, les puedes observar realizando posturas o âsanas sin escuchar a su cuerpo, dejando todo el peso del cuerpo sobre las siete vértebras cervicales, sin ningún tipo de precaución, con un gran riesgo de dañarse así mismos al no tener control corporal, solo por el hecho de poder hacer una postura. A lo largo de mi formación he podido coincidir con personas que, después de su clase de Hatha Yoga, solían tomar analgésicos para paliar el dolor producido en su cuerpo durante la realización de ciertas posturas, sin entender la esencia del Hatha Yoga, practicando éste como si de un ejercicio de calistenia se tratase, faltando así, al primer precepto propuesto por Patânjali. La influencia occidental prima en muchos casos, y descuidamos Yamas. Prevalece la competición con nosotros mismos y con los demás. En lugar de prevalecer el sentido común tratando de no perjudicarnos a nosotros mismos.
Del mismo modo, sin valernos de los beneficios que la Meditación pone a nuestro alcance, nos enredamos en pensamientos inútiles del pasado o del futuro, que provocan en nuestro organismo una serie de reacciones fisiológicas que conllevan a la larga dolor, al ser violentas con nosotros mismos. Este tipo de dolencias pueden ser tensión arterial elevada, secreción excesiva de adrenalina, estrés crónico y otras muchas que pasan desapercibidas pero a largo plazo van mermando nuestra salud.
Una cuestión que no quiero olvidar aquí es la que concierne al rápido desplome de nuestro entorno natural. Ya que siete de cada diez biólogos creen que estamos en medio de lo que llaman “la sexta extinción masiva” y se predice que, en su devastador alcance, sobrepasará la extinción masiva de hace 65 millones de años. Según Feuerstein, este hecho funesto concede a la práctica del yoga, especialmente a sus disciplinas morales, una prioridad imperante. Considero que los practicantes de yoga deberían comprometerse, sin más dilación, con un estilo de vida ecológico, tan pronto como les sea posible. Ya que más que nunca si no emprendemos el proceso espiritual teniendo presentes a todos los seres del Planeta, así como a las futuras generaciones, no podemos esperar demasiados beneficios reales, si acaso alguno, de nuestros esfuerzos. Si nosotros como practicantes de yoga no damos el primer paso en este reto ¿Quién lo dará?
El yoga contemporáneo, que se desarrolla principalmente en países occidentales, incorpora muchas novedades. La mayoría tiene que ver con la técnica, especialmente las posturas. Sin embargo como aprendí de Georg Feuerstein existe una novedad que merece la pena destacar y que se halla relacionada con la importancia del yoga para la crisis medioambiental global actual. Él lo llamó “Green yoga”. Él lo define como “el yoga que incorpora la conciencia y el activismo medioambiental en su orientación espiritual en un momento de gran crisis global”. Es partidario de un mundo y una mente sin violencia, cuidadosa y conservadora.
En otras palabras, supone la aplicación coherente de valores y virtudes tradicionales yóguicos con la finalidad de que nuestro estilo de vida y el conjunto de nuestras acciones no sólo sean adecuados y sabios, sino, ante todo, que conduzcan al bienestar de todos los seres del planeta Tierra. Esto significa que nuestro estilo de vida debe ser responsable con el medioambiente y sostenible a largo plazo.
Por ello aliento a todo el mundo a cultivar Ahimsa en todos sus aspectos ya que con su práctica se puede llegar a la enseñanza de que, solo si somos capaces de sentir compasión y comprensión hacia nosotros mismos, seremos capaces de ampliar esos valores a nuestro entorno.
Me despido hasta el siguiente post, os deseo un feliz descanso estival y por favor que seamos prudentes con la situación de salud global y como no, recordándote que nadie, absolutamente nadie, es dueño de la verdad absoluta. Lo verdaderamente importante es experimentar.