Ecuanimidad: ¿pasividad o indiferencia?
Según Wikipedia la ecuanimidad es un estado de estabilidad y compostura psicológica que no se ve perturbado por la experiencia o exposición a emociones, dolor u otros fenómenos que pueden causar la pérdida del equilibrio de la mente.
En el Hinduismo para la doctrina Advaita, se relaciona la ecuanimidad con Brahman, que es lo único real (aquello que es inmutable en cualquier circunstancia independientemente de la multiplicidad del espacio-tiempo). La idea de ecuanimidad se refiere a estar en concienciación pura. El término mente también se conoce como ego o Identidad. Cuando no hay distracción o apego a los pensamientos, hay ecuanimidad. Según Vedanta, la ecuanimidad es nuestra verdadera naturaleza.
En el Yoga la ecuanimidad también se menciona en los Yoga Sutras escritos por Patañjali, como una de las cuatro actitudes sublimes, junto con la bondad amorosa, la compasión y la alegría y en el Budismo, la ecuanimidad también es una de las cuatro actitudes sublimes. En el budismo, la ecuanimidad es una de las cuatro actitudes sublimes.
En nuestros días y en occidente, la ecuanimidad es una forma de enfrentar la vida de modo abierto y flexible ante la vida. Es la clave que puede conducirnos a vivir instantes de felicidad, ya que se trata de fluir en el presente con mayor optimismo y menos preocupaciones.
Podemos definir la ecuanimidad como una actitud de objetividad, estabilidad y equilibrio. La persona ecuánime es aquella que lidia con los acontecimientos internos y externos de su vida, sin juzgarlos y sin oponer resistencia, sin luchar contra sus estados de ánimo ni contra las acciones de los que le rodean.
Cuando en los talleres y clases hablo de ser ecuánime, muchas son las personas que lo relacionan con ser pasivos, sin embargo, la ecuanimidad en ningún caso implica indiferencia o pasividad. Al contrario, se trata de intentar comprender lo que ocurre y aceptarlo para poder actuar en consecuencia y poder conseguir nuestros objetivos. Ser ecuánime significa ser un espectador objetivo de lo que sucede, sin permitir que las circunstancias nos secuestren y nos lleven a reaccionar de forma autómata (en el último taller de meditación hablamos sobre la importancia de no dejarse llevar por el secuestro amigdalino).
Resulta curioso, pero la situación actual que vivimos de tanta incertidumbre constituye una amenaza para actuar con ecuanimidad. Ello se debe al afán de encontrar rápidas soluciones a aquello que perturba nuestra calma. No obstante, debemos entender que actuar sin ecuanimidad en la toma de decisiones, puede significar sacrificar el futuro por apaciguar la ansiedad del presente.
Aunque a priori pueda parecer algo fácil, en realidad no lo es tanto y debemos trabajar y cultivar la ecuanimidad, y para ello, lo principal es tomar una serie de consideraciones:
• Para empezar, debemos procurar contar hasta diez antes de tomar una decisión ante cualquier estímulo, ya sea interno o externo. No debemos enredarnos con nuestros pensamientos; en ocasiones debemos dejarlos pasar (recuerda la última entrada en este mismo blog sobre “El Tortazo de Will Smith”).
• Mantén una postura equilibrada, alejada tanto del apego como de la evitación. Recuerda que el pasotismo o la pasividad son los enemigos de la ecuanimidad.
• Acostúmbrate a ser un mero espectador de tus pensamientos y emociones, sin identificarte con ellos.
• Trata de vivir el momento presente.
• Practica la meditación de forma regular.
Cultivar la ecuanimidad no es nada fácil ya que requiere un trabajo regular y constante (en Yoga lo llamamos Abhyasa), pero tiene grandes beneficios como probaron Richard Davidson y sus compañeros en el estudio titulado “Alteraciones en la Función Cerebral e Inmune Producidas por la Meditación Mindfulness”. En él queda reflejado que las personas que practican la ecuanimidad muestran mayor activación del hemisferio cerebral izquierdo, asociado a estados emocionales positivos.
Otros estudios científicos demostraron que la práctica de ejercicios de atención plena, por ejemplo, aumentan el flujo de sangre hacia el cerebro. Eso se suele relacionar con una reducción de la ansiedad y del estrés.
Para concluir, adoptar la ecuanimidad como un estilo de vida requiere trabajo y perseverancia, pues supone un cambio importante en los hábitos adquiridos, pero al hacerlo, nos iremos desprendiendo de los patrones de pensamiento y conducta que nos vienen acompañando durante muchos años. Lo que está demostrado es que los niveles de satisfacción, autonomía y felicidad aumentan notablemente, o al menos, yo lo voy constatando a medida que la trabajo. Hoy más que nunca, me despido haciendo especial hincapié en mi reflexión final:
Nadie, absolutamente nadie, es dueño de la verdad absoluta. Lo verdaderamente importante es experimentar. Y en el caso de la ecuanimidad, merece la pena.
En el Hinduismo para la doctrina Advaita, se relaciona la ecuanimidad con Brahman, que es lo único real (aquello que es inmutable en cualquier circunstancia independientemente de la multiplicidad del espacio-tiempo). La idea de ecuanimidad se refiere a estar en concienciación pura. El término mente también se conoce como ego o Identidad. Cuando no hay distracción o apego a los pensamientos, hay ecuanimidad. Según Vedanta, la ecuanimidad es nuestra verdadera naturaleza.
En el Yoga la ecuanimidad también se menciona en los Yoga Sutras escritos por Patañjali, como una de las cuatro actitudes sublimes, junto con la bondad amorosa, la compasión y la alegría y en el Budismo, la ecuanimidad también es una de las cuatro actitudes sublimes. En el budismo, la ecuanimidad es una de las cuatro actitudes sublimes.
En nuestros días y en occidente, la ecuanimidad es una forma de enfrentar la vida de modo abierto y flexible ante la vida. Es la clave que puede conducirnos a vivir instantes de felicidad, ya que se trata de fluir en el presente con mayor optimismo y menos preocupaciones.
Podemos definir la ecuanimidad como una actitud de objetividad, estabilidad y equilibrio. La persona ecuánime es aquella que lidia con los acontecimientos internos y externos de su vida, sin juzgarlos y sin oponer resistencia, sin luchar contra sus estados de ánimo ni contra las acciones de los que le rodean.
Cuando en los talleres y clases hablo de ser ecuánime, muchas son las personas que lo relacionan con ser pasivos, sin embargo, la ecuanimidad en ningún caso implica indiferencia o pasividad. Al contrario, se trata de intentar comprender lo que ocurre y aceptarlo para poder actuar en consecuencia y poder conseguir nuestros objetivos. Ser ecuánime significa ser un espectador objetivo de lo que sucede, sin permitir que las circunstancias nos secuestren y nos lleven a reaccionar de forma autómata (en el último taller de meditación hablamos sobre la importancia de no dejarse llevar por el secuestro amigdalino).
Resulta curioso, pero la situación actual que vivimos de tanta incertidumbre constituye una amenaza para actuar con ecuanimidad. Ello se debe al afán de encontrar rápidas soluciones a aquello que perturba nuestra calma. No obstante, debemos entender que actuar sin ecuanimidad en la toma de decisiones, puede significar sacrificar el futuro por apaciguar la ansiedad del presente.
Aunque a priori pueda parecer algo fácil, en realidad no lo es tanto y debemos trabajar y cultivar la ecuanimidad, y para ello, lo principal es tomar una serie de consideraciones:
• Para empezar, debemos procurar contar hasta diez antes de tomar una decisión ante cualquier estímulo, ya sea interno o externo. No debemos enredarnos con nuestros pensamientos; en ocasiones debemos dejarlos pasar (recuerda la última entrada en este mismo blog sobre “El Tortazo de Will Smith”).
• Mantén una postura equilibrada, alejada tanto del apego como de la evitación. Recuerda que el pasotismo o la pasividad son los enemigos de la ecuanimidad.
• Acostúmbrate a ser un mero espectador de tus pensamientos y emociones, sin identificarte con ellos.
• Trata de vivir el momento presente.
• Practica la meditación de forma regular.
Cultivar la ecuanimidad no es nada fácil ya que requiere un trabajo regular y constante (en Yoga lo llamamos Abhyasa), pero tiene grandes beneficios como probaron Richard Davidson y sus compañeros en el estudio titulado “Alteraciones en la Función Cerebral e Inmune Producidas por la Meditación Mindfulness”. En él queda reflejado que las personas que practican la ecuanimidad muestran mayor activación del hemisferio cerebral izquierdo, asociado a estados emocionales positivos.
Otros estudios científicos demostraron que la práctica de ejercicios de atención plena, por ejemplo, aumentan el flujo de sangre hacia el cerebro. Eso se suele relacionar con una reducción de la ansiedad y del estrés.
Para concluir, adoptar la ecuanimidad como un estilo de vida requiere trabajo y perseverancia, pues supone un cambio importante en los hábitos adquiridos, pero al hacerlo, nos iremos desprendiendo de los patrones de pensamiento y conducta que nos vienen acompañando durante muchos años. Lo que está demostrado es que los niveles de satisfacción, autonomía y felicidad aumentan notablemente, o al menos, yo lo voy constatando a medida que la trabajo. Hoy más que nunca, me despido haciendo especial hincapié en mi reflexión final:
Nadie, absolutamente nadie, es dueño de la verdad absoluta. Lo verdaderamente importante es experimentar. Y en el caso de la ecuanimidad, merece la pena.